Entrevista con Lila Downs



La cantante, que en cada proyecto se vuelve más internacional, asegura que la música es su terapia y dice: “La música me ha sanado a mí bastante y espero que sane a muchos más”.

Y, para comenzar los festejos por sus diez primeros años discográficos, en su nueva obra Ojo de culebra –dedicado nada más y nada menos que a las curanderas mexicanas– decidió reunir a artistas tan disímiles como Rubén de Café Tacvba, Bunbury y Mercedes Sosa.

“Llevar apellido yanqui siempre va a ir en mi contra”

A nivel internacional, funge como embajadora del país. Cantó cuando asumió Michelle Bachelet como primera mujer presiden te de Chile, está a punto de editar un disco junto a Los Tigres del Norte y recién termina una gira por Estados Unidos y Europa en donde compartió escenario con varios talentos, incluida la mítica Martirio. Durante la entrevista, se emocionó, cantó y abrió su corazón para contarlo todo.

–¿Cómo recuerdas tu periodo mexicano, es decir tu infancia?
–Yo crecí en un mundo mestizo que era muy diferente al mundo indígena en el que creció mi madre pero yo no sabía esto. Crecí con un sinnúmero de discriminación hacia mí y hacia mi padre, porque era el yanqui del pueblo. Recuerdo que amanecían los muros de mi casa con pintadas que decían “Fuera yanquis, imperialistas” y eso que mi padre había donado un terreno a una preparatoria izquierdista. Y con mi madre había discriminación también porque mi madre era una indígena de patarajada que bajaba del cerro, así lo digo como habla la gente.

–¿Cómo era tu hogar en Oaxaca?
–En casa, mi papá tenía palomas y serpientes porque era lo que estudiaba, era su especialidad como biólogo, entonces mi casa tenía muchos jardines y patos mandarinas que él también estudiaba y tomaba notas. Crecí en un medio muy bonito, muy rural, muy acercado a la naturaleza. Y con el misterio del que hablaba mi abuelita de los muertos que andaban por la casa y de las culebras que causaban cosas buenas.

–Desde pequeña te acompañan las culebras…
–Desde muy chiquita tengo esa referencia de las culebras y hoy tengo mucha curiosidad, estoy leyendo cuanta literatura haya sobre las serpientes, no sé por qué te identificas con ese ser en algún momento de la vida. Es un misterio para mí. De chiquita mi padre me enseñaba a agarrarlas, a cómo tener cuidado con ellas. Cuando se soltaba una en la casa era una tragedia, mi mamá gritaba, todos buscando adónde fregados estaba la culebra.

–¿Por qué dedicas el disco a las curanderas?
–Como mujer he salido del tema de no poder concebir y posiblemente no pueda nunca pero ya pasé la etapa de la depresión y creo que a futuro voy a adoptar, aunque quisiera tener el tiempo para estar con ellos. Después de este drama, me tiré a la borrachera y necesité sanar. Entonces, fui a la curandera de mi tierra, Doña Queta, a quien yo le dedico el disco, ella tiene un sistema de cura que consiste en hablar y conocer a la gente, es una persona muy inteligente. La tenemos reconocida como la mejor curandera de Oaxaca, ella sale a Japón, New York dando cursos de herbolaria y curandería...

–¿Y cómo te sanó?
–Me sobó y me sacó muchos issues, sueños, cosas que tenía un poco reprimidas, pues, yo no voy con el siquiatra porque…¡Estoy casada con uno! Pero además tengo una vida sana, soy honesta, no me apena nada, crecí en una familia muy abierta. Y saqué muchos monstruos. Ella me dio unos tés maravillosos y me dijo que le pidiera perdón a mi estómago y a mi vientre por las cosas por los que los había castigado. De veras, me llevó hacia otro lugar.

–¿Has tenido experiencias místicas?
–Yo había ido a buscar a María Sabina y quería comer hongos pero de manera ritual, y no encontré a nadie con quien me sintiera cómoda, entonces no lo hice. Porque quiero que sea como una experiencia religiosa. Con Doña Queta me encontré con esa realidad de que vive nuestra sanación y quise dedicárselo.

–¿Qué otras terapias tomas?
–Gracias a Dios tenemos la música que es una terapia constante. Cuando no he podido tener una actuación, cuando no estoy en contacto con mi ser que necesita expresarse con emotividad me voy marchitando, me voy amargando. Para mí es muy importante siempre volver a Oaxaca, tres o cuatro meses o más, si puedo. Mi ombligo está enterrado allá, como decía mi abuelita, por eso uno debe volver allí. Y está mi madre que es una mujer maravillosa, que me ha traducido esa conexión con la naturaleza, al igual que mi abuelita.

–Tu madre también fue cantante…
–Mi madre era cantante de cabaret, antes de que yo naciera. Era muy joven y ella lo hacía por necesidad y hay un poco de estigma en eso. Cuando yo empecé a cantar, ella no estaba de acuerdo. Decía que me iba a ir mal en la vida, que la borrachera o las drogas pero, poco a poco, se dio cuenta que lo mío era algo más de orgullo, de raíces, de buscar fuerza y ahora es una gran fan y me apoya mucho, pero me costó bastante porque mi madre es una mujer muy fuerte, siempre me decía que debía ser independiente de los hombres…

–¿En ser independiente de los hombres le diste la razón?
–Soy independiente aunque me encontré una pareja y soy dependiente pero de manera distinta de la que ella me planteaba. Soy dependiente de alguien a quien admiro mucho y en quien creo mucho. No es porque me enamoré porque para mí el amor es otra cosa, tú te enamoras de las personas que conoces a diario y puedes seguir ese camino si lo deseas, pero la pareja es otra cosa. En eso creo que soy muy indígena, yo lo veo en mi familia, porque se escoge una pareja y es con la que vas a andar todo el camino y lo vas a trabajar bastante... Es como un pecado, pero no en el sentido cristiano de la palabra, es una falta a la naturaleza dejar el camino emprendido con una pareja, eso me resulta muy interesante.

–¿Cómo te reciben en Oax?
–Yo he tenido mucha fortuna, me reciben de una manera extraordinaria, especialmente mis paisanos los mixtecos. Entro en conflicto con mi identidad nacional, mestiza mexicana por llevar apellido yanqui, eso siempre va a ir en mi contra y sé que tal vez en algún momento me lo echen en cara pero yo siempre he sido muy aguerrida.

–¿Nunca pensaste en quitarte el apellido Downs?
–Es curioso pero nunca lo pensé… ni siquiera se me ocurrió… siempre me imaginé con mi nombre completo: Ana Lila Downs Sánchez. Y creo que sería negar lo que soy de nuevo, volver hacia atrás, es lo que ya hice en una ocasión. Cuando era joven negaba mi raíz indígena, pintaba mi cabello güero y quería ser anglo, me identificaba con eso y me hizo tanto daño eso que siento que si vuelvo a hacer algo así, sería peor. Pero sé que hay gente que no me dan oportunidad de entrar a su casa por tener este apellido.

–¿Cómo conociste a tu pareja, Paul?
–En Oaxaca, él tocaba piano y saxofón en un club que se llamaba Candela. Lo ví y me cayó muy bien y me dije: ‘a mí se me hace que a este güerito me lo voy echando’. Y hace 16 años que estamos juntos.

–¿Cómo te sientes cuando haces presentaciones en vivo?
–Si tengo algo de qué estar orgullosa es de lo que hago en vivo, es una comunión con algo muy sagrado que sale de dentro, que también es una celebración de vida y de las corrientes musicales que son muy importantes en este país.

–¿Cómo fue que tu madre te recomendó conocer a Enrique Bunbury?
–Fue curioso porque estuvimos en una presentación con Martirio, yo nunca llevo a mi mami conmigo pero esa vez hicimos un ahorrito y la llevamos de gira. Y ella estaba feliz comiendo su jamoncito serrano y una noche me empieza a mentar a un tal Enrique y yo le pregunto ¿qué Enrique? Y me empieza a hablar de este hombre con el que estuvo platicando que era muy interesante y conocía México, entonces me interesé en conocerlo y era Bunbury.

–¿Por qué tantos invitados en este disco?
–Propusimos muchos a ver quien podía y casi todos pudieron, excepto Celso Piña y Los Tigres del Norte que no pudieron. Con los Tigres estamos escribiendo algo juntos. Con Mercedes Sosa fue una oportunidad increíble, le hablé, le canté y me dijo que se la mande y cuando nos la devolvió me dice: ‘le pusimos una sorpresa’, que fue el verso del comienzo y yo no dejo de llorar al escucharlo. Con Rubén nos conocemos hace diez años pero siempre corriendo cada quien en su camino y coincidió que pudimos hacerlo. Y a la Mary de Chambao la conocí por nuestro agente en España, coincidimos en la época que yo estaba deprimida y ella se estaba recuperando de un cáncer, así que las dos andábamos de malas pero a la siguiente vez hubo un cariño muy fuerte, ella tiene una voz y un estilo muy único, fue un regalo muy grande para mí.

–¿Qué rol cumple la sexualidad en tu música?
–Yo creo que la feminidad se expresa más para mí ahora que estoy en mis últimos treintas. Yo fui muy precoz, muy sexual desde jovencita, tuve muchos novios, viví con mis novios y aunque soy de pueblo, no me avergüenza. Y a los 27 años cuando conocí a Paul estaba lista para una vida monógama y de hacer una promesa conmigo misma, eso es lo difícil de la monogamia, preguntarse ¿acaso yo podré? Y te das cuenta que van pasando los años y ¡qué bonito que es! Es un regalo muy grande tener esa disciplina, esa responsabilidad. Expresar la feminidad ahora llegó, quizá, por no poder ser madre: de pronto depilé mis cejas, me pongo faldas más cortas y bailo en el escenario de manera intuitiva. Así me toca ahorita, y, aunque alguien lo puede ver como que me estoy vendiendo, yo estoy clara de lo que quiero decir.

–Como embajadora de México cómo representas la parte hostil del país, de la sociedad, como lo ocurrido en Oaxaca en 2006 o la inseguridad…
–En este disco lo abordo en varios temas: en Justicia, en Perro Negro, en Ojo de la Culebra… yo sufrí como tantos oaxaqueños, no podía descansar, se sentía una angustia muy grande, entre mis amigos unos hablaban mal de otros, tiraban pestes y yo me ponía a pensar qué estaba pasando… al contrario de lo que debiera haber sido, una unión en contra del malestar. Entonces, me dije, no voy a tomar una posición política, voy a intentar crearlo de forma poética, universal, que es lo que yo puedo hacer y por eso la culebra que representa la sabiduría, el peligro, la represión. Había tanto odio, de pronto hasta me fallaba mi voz, yo sentía tanto odio que me estaba volviendo una persona amargada y me dije a ‘esto hay que conducirlo hacia otra cosa’, y de eso trata este disco, cuando digo: ‘se me cae se me cae como a la culebra, yo lo tiro a todo ese rencor. Se me caen esas falsedades y así yo me limpio también del dolor’, esa canción trata de lo que nos pasó en Oaxaca.

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