Lila Downs, la voz de los espíritus



La cantante mexicana presentará su último disco, Ojos de culebra, dedicado a las curanderas de su pueblo.


30 de noviembre de 2008

En mixteco, zapoteco, castellano o inglés. Lila Downs canta en varias lenguas y en todas se siente como en casa. Originaria de una comunidad indígena de las montañas de Oaxaca y habitante de Nueva York, su historia se parece mucho a la de su madre, una cantante aficionada que se enamoró de un cineasta estadounidense. Por eso, la adolescencia de Lila transcurrió entre México y los Estados Unidos, viviendo y estudiando un tiempo en cada lado de la frontera, conociendo la necesidad de sus paisanos y descubriendo el canto lírico en California. En esa vida de tráfico entre culturas, se enamoró del saxofonista norteamericano Paul Cohen que se convirtió en su compañero de ruta, colaborador compositivo y director de su banda, La Misteriosa, formada por músicos colombianos, americanos, mexicanos, venezolanos, paraguayos y chilenos.

Su música es una comunión de razas y lenguas. La mixtura de cumbias, corridos y canciones tradicionales con aires de jazz, grooves rockeros y sampleos contemporáneos convive con esa misteriosa voz camaleónica, con inflexiones nasales y guturales. Lila Downs se pasea así por una galería de personajes y voces femeninas que representan múltiples visiones: la curandera del pueblo, la melancólica cantora de cantinas de los años 50, la zapatista que denuncia abusos y desequilibrios, o la mujer inmigrante.

Con su nueva producción, Ojos de c ulebra, dedicado a las chamanas de su localidad, actuará por vez primera en la Argentina, con dos funciones: el jueves en el Gran Rex y el viernes, en La Vieja Usina de Córdoba. En el disco participan Mercedes Sosa, La Mari de Chambao, Enrique Bunbury y el cantante de Café Tacuba.

"Yo vengo de un estado donde hay una gran tradición de curanderas que utilizan una sabiduría ancestral, que se hereda, para ayudar a la sanación física y espiritual. Mi abuela era una especie de chamana. Existen distintas especialidades, los que chupan, los que limpian y las mujeres que saben sobre las hierbas. Una de ellas me sanó de una enfermedad que me estaba afectando la voz. Lloré mucho, mucho, hice muchos baños de vapor con hierbas y cuando me sané, decidí que tenía que dedicarles mi disco a las curanderas locales."

Transmisora de ese mensaje ancestral, la voz de Lila Downs corrió como el viento, a partir de su participación en las películas Fados, de Carlos Saura, y Frida , en la que cantó junto con Caetano Veloso. Con ese aire de chamana, vestida con la ropa tradicional de su gente, fue capaz de contar las visiones de su pueblo como una rabiosa profeta urbana. "Todas las mujeres tendemos a facilitar las cosas en la vida, somos como conductoras de información. En cierta forma, soy una curandera por medio de la música y del mensaje que doy a conocer en el camino."

En su música, Lila Downs habla de las mujeres rebeldes de pueblo, sus creencias populares, su mitología y la vida de las familias de los "camisas mojadas" que mueren en el desierto. Ella sabe lo que es vivir en tránsito entre esos dos mundos -Oaxaca y Nueva York- buscando un lugar propio. "Yo creo que esta identidad mestiza de andar de un lado a otro me ha servido en mi búsqueda como ser humano. La música me ayudó a reencontrarme con mi raíz, pero también a hacerme las preguntas que tengo como un ser en este tiempo. Me siento tricultural, porque mi madre me dio esa parte indígena que es un universo para mí."


-¿Qué te aporta cada lugar?
-Oaxaca es mi tierra, a la que veo de una manera más mística que si viviera allí todo el tiempo. Por otro lado, Estados Unidos es un país con un sinfín de culturas que se va abriendo a nuevas posibilidades, como lo hemos visto ahora con Obama.

-¿Tu música ayuda a romper con los estereotipos latinos?
-Como artista pude tener esa capacidad de ser como una cronista de lo que pasa. En ese sentido, hemos tenido mucha fortuna y hemos vivido haciendo la música que queremos y contando por pedacitos las narrativas interesantes de América latina que no se conocen y permiten romper con los estereotipos. A mí me gusta jugar con ellos y representarlos de otra manera musicalmente.

-En tu último disco hay muchos invitados ¿Cómo se dio el contacto con todos ellos?
-Eso es gracias al camino de la música. La posibilidad de tocar en muchos festivales permite que te conozcas con gente increíble, como Salif Keita, Juanes o Mercedes Sosa. Entonces te conectas, y ya.

-Lo interesante es que las músicas se terminan comunicando más allá de las nacionalidades.
-A veces eso molesta como cuando escuchas a Shakira y Aicon, entonces no quiero más regaeton con hip hop y latino en la radio [risas]. Por otro lado, es bueno que se den estas mezclas para que la gente deje de tener miedo. Hay mucha gente en Estados Unidos, que en todo esto que ha pasado con Bush, tuvo un aprendizaje. Quizá por la música ellos van cambiando de ideas sobre otras culturas. Entonces, se encuentran con músicos de Africa y Medio Oriente, que les hacen sentir cosas que no se lo explican y les abren su corazoncito. Creo que eso es lo más importante, que nos acerquemos los humanos unos con otros y no tengamos tanto miedo, porque eso no lleva a cosas buenas.

Sus mejores discos
Ojos de culebra (2007). Flamenco, cumbia, rock, corridos, boleros y huaynos con guitarras eléctricas e invitados de lujo en uno de sus mejores trabajos. El tema: "Perro negro", con Tacuba.
One Blood / Una sangre (2004). El motivo popular "La cucaracha" transformado en un rap antológico sobre la vida de los inmigrantes ilegales y canciones en zapoteco. Ganador de un Grammy.
Border / La línea (2001). Músicas populares y sonidos bien contemporáneos en un álbum de ruptura. Las joyas: "La llorona" y "Perhaps, Perhaps, Perhaps".
Yuyu Tata / El árbol de la vida (2000). Canciones en lenguas indígenas sirven de plataforma para ese mestizaje entre leyendas populares y sonidos pop.

Para agendar
Lila Downs. Primera presentación en Buenos Aires.
Teatro Gran Rex, Corrientes 857. El jueves, a las 21.30. Entradas desde 50 pesos.

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