Lila Downs brilló en el Gran Rex


Una visita que se gestó desde internet, a pedido de los fans argentinos que de boca en boca conocieron a esta artista mexicana que recuerda a Frida Khalo y que tiene una de las voces más prodigiosas y versátiles del mundo.

Después de largos años de un secreto a voces, Lila Downs ya puede llamarse una artista de culto en Buenos Aires. A través de contactos en común y sobre todo por mensajes por internet, a la artista mexicana le llegó cada vez más fuerte el reclamo de los fans argentinos para que viniera a presentarse por primera vez.

El jueves 4 fue el día señalado para Buenos Aires, cuando un Gran Rex completo la recibió con ovaciones inesperadas por sus músicos y hasta por la propia cantante -a juzgar por su sorpresa-.

Lila Downs es estrella de la llamada "world music", aunque su origen mitad mexicano mitad norteamericano le dio una flexibilidad y apertura artística para erigir una carrera con rancheras, boleros, blues, sones en nahuátl o perfectas mixturas tex-mex. En definitiva, purismos y fusiones folklóricos mexicanos, latinos y norteamericanos.

Lila Downs fue conocida por musicalizar parte de la película Frida, de Salma Hayek, de quien es amiga. Una película en la que se retrata la vida de la polémica artista mexicana con la que, asombrosamente, la propia Downs tiene un parecido -estético y físico- asombroso.

Vestida con coloridas ropas, como es habitual, con bordados y texturas autóctonas, Lila cautivó al público porteño desde el primer tema (se había presentado en Córdoba la noche anterior en un espectáculo que sumó a Mercedes Sosa y la peruana Susana Baca).

Presentó Ojo de culebra, su último disco, que reúne en estudio a Enrique Búnbury, La Mari (famosa por Chambao y su dueto con Ricky Martin), Mercedes Sosa y varios otros artistas de renombre.  El repertorio, que la banda acompañó a la perfección, incluyó Ojo de culebra, que le da nombre al disco nuevo, Tierra de Luz (a dúo con Mercedes Sosa, cantado así en Córdoba pero por Downs sola en Buenos Aires), y las tradicionales El Feo y La Cucaracha, Agua de Rosas, La Viborita. Algunos sus máximos éxitos, como La Llorona, Naila y Paloma Negra, dejaron al público en el Gran Rex con ganas de más.

Desde jóvenes en zapatillas hasta parejas de adultos, el teatro terminó con la gente a los costados de las plateas bailando, incluido Pedro Aznar, que ocupó unas de las primeras filas. El destacado músico argentino había compartido con Downs algún escenario en América latina.

La mexicana dijo al público que, a partir de ahora, vendrían siempre a la Argentina y que realmente estaba encantada por "el amor" que le regalaba una audiencia que, hasta anoche, no conocía.

Conocida por su lucha en causas como la violencia doméstica y la postergación de pueblos aborígenes, Lila Downs siempre planteó una idea de mujer particular, cercana a las mujeres antiguas que la precedieron y a las chamanes que la ayudaron a aceptar su esterilidad, y se plantó como icono ante la violencia contra el género, especialmente la masacre de mujeres en Ciudad Juárez, México.

Más allá de lo que Lila Downs ha sabido generar en el público argentino y del mundo (tiene fans en Alemania, México o Chile), lo que se pudo comprobar ayer en el Gran Rex es que esa voz increíble que suena en los discos es exactamente la misma que se oye en vivo.

Lila es dueña de uno de los registros vocales más amplios y bellos que se puedan oír por estos tiempos. Puede ir desde bajos perfectamente afinados y sedosos hasta agudos que imitan gorjeos de aves, con timbre sexy y soulero o más juguetón, para las guarachas.Puede rapear o sostener tonos por minutos. Lila Downs disfruta en el escenario y se nota. Baila, se ríe, se descalza, vuelve a sus tacos y al final deja un sabor de femineidad poderosa, una energía imparable de una intérprete tan rica como inusual.

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